Reiki es un término japonés compuesto por dos sílabas, REI y KI. REI indica el lado universal y unitario de la Energía, mientras que KI expresa su manifestación más específica en el seno de todo ser vivo. Digamos que el Reiki establece la armonía entre la energía personal y la energía universal.

Realizando esta armonía, el Reiki permite, entre otras cosas, desencadenar un proceso global de curación natural; esta “rearmonización” con la Realidad significa que volvemos a encontrar el sentido más profundo de la existencia, que aprendemos a aceptar e interpretar todos los sucesos que se producen.

La actitud terapéutica

El Reiki sólo puede manifestarse a través del Amor: mientras nos sintamos importantes o incluso solamente “buenos” porque podemos curar a alguien, no nos colocaremos al mismo nivel que la persona a la que tratamos, sino en una posición superior. En tal caso, ya no es la energía universal -REI- la que actúa, sino nuestra energía personal -nuestro KI-, que actúa a través nuestro.

Practicar Reiki significa aprender a ser un canal, a “dejar hacer” a la Realidad. Los mayores problemas que se plantean con el Reiki se hallan casi siempre ligados a la voluntad de autoafirmación del ego, a la dificultad de añadir una brizna de humildad a lo que hacemos, renunciando a sentirnos en el centro del mundo. A este respecto, el Reiki es muy simple: carece de toda noción compleja que asimilar o comprender, pues esta experiencia concierne antes al corazón que al espíritu.

Si conseguimos acceder a la escucha de nosotros mismos, bastará seguir nuestra intuición y “dejar hacer a las manos” sobre el cuerpo del paciente, allí donde la energía sea particularmente necesaria. Y eso no es todo: numerosas observaciones experimentales han demostrado que una vez que ha entrado en el cuerpo la energía, se dirige espontáneamente al lugar en el que hace falta, independientemente de nuestra voluntad; por tanto, un diagnóstico erróneo de los problemas a tratar no hace correr ningún riesgo al sujeto.

Tratamiento

Los procesos del Reiki actúan sobre todos los planos del individuo: en efecto, se induce una armonización de todos los desequilibrios pasados y presentes, planteando a menudo problemas olvidados o rechazados. Es por ello que vemos frecuentemente reaparecer enfermedades en las que ya no pensábamos, o dificultades emocionales que creíamos resueltas.

Se trata de una verdadera acción de desintoxicación, como la asociada a un período de ayuno: todas las toxinas físicas y psíquicas vuelven a circular para ser definitivamente expulsadas. En efecto, en casi todos los casos, al final de las primeras sesiones, el estado del paciente se agrava en lugar de mejorar, ello no tiene nada de asombroso para quienes conocen ya otras técnicas de curación natural, pero entrañar una crisis profunda en quienes no se hallan preparados y carecen de noción alguna sobre el restablecimiento del equilibrio global.

Lo que se puede afirmar con certeza es que el Reiki no puede ser nocivo en ningún caso, al menos los tratamientos del primer nivel.

El Reiki suele actuar de forma progresiva, cuanto más largo sea el tratamiento más completos y duraderos sus efectos.

El Reiki aplicado de forma planificada y sin prisas se orienta hacia la causa de los males y armoniza al individuo en su globalidad. Al final del tratamiento el paciente puede haber cambiado totalmente de comportamiento, de modo de pensar o de forma de relacionarse con los demás. Esto se debe al reequilibrio emocional y mental que el Reiki produce.

En cualquier caso, para que el Reiki actúe es preciso que el paciente desee verdaderamente curarse. En ausencia de esta voluntad, el tratamiento es casi completamente inútil. El terapeuta, en efecto, no es más que un puente entre la Energía Universal y su paciente; no actúa nunca sirviéndose de su propia energía o de su propia voluntad.

Es muy recomendable realizar 4 sesiones en días consecutivos o muy cercanos entre sí. El proceso de curación comienza a menudo durante el 3er tratamiento.

Las condiciones generales del paciente pueden agravarse, y los síntomas que los medicamentos habían ocultado pueden reaparecer: el paciente debe estar al corriente de este hecho para evitar que, frente a este agravamiento aparente, reaccione rehusando el tratamiento.

A menudo, durante esta fase, el paciente llega a reconocer claramente las causas interiores de su dolencia y lo que debería hacer para eliminarlas. Si no acepta planteárselas, es en este momento cuando rechaza todo tratamiento. Por el contrario, si aguanta bien hasta el 4º día, habrá que ayudarle a hacer frente a sus cambios interiores.

Terminado el ciclo, es necesario examinar cada caso individualmente para saber si los tratamientos deben continuar todos los días, cada 2 días, cada semana…

Efectos

Son muy subjetivos y varían incluso entre una sesión y otra en la misma persona. Sensación de bienestar, relajación profunda, abandono sereno, sueños especiales, calor en todo el cuerpo, escalofríos, frío, sacudidas eléctricas, también se da el caso de que algunas personas no advierten ningún efecto a nivel consciente.

Si el receptor no está preparado para afrontar su problemática entre el 2º y el 3er tratamiento puede aparecer agitación, fuertes deseos de explicar todo sobre sí mismo, rechazo a continuar con el Reiki, recrudecimiento de la enfermedad. Estos síntomas suelen desparecer en el 4º tratamiento.